Por Carlos Valdés Martín
Los tiempos
difíciles del mercado, cuando la bolsa sufrió un bajón son los idóneos para la
entrada de nuevos jugadores con ideas frescas y capacidad para adquirir las mejores estrategias. ¿Qué dirías de una estrategia de
inversiones que combina las ventajas del inversor agresivo que busca los
mejores rendimientos con los blindajes propios de las Aseguradores? De entrada
señala hacia una región interesante de los cielos del inversionista, donde converge
esa inmejorable estrategia de
inversiones para los tiempos difíciles. En lo que sigue explicaré paso a paso, la
ruta hacia una mejor estrategia, para lo cual cada lector aplica su propio
criterio.
Una estrategia accesible
Una estrategia
debe ser sencilla de realizar, pero con una integración de elementos suficiente
que proporcione ventajas extraordinarias a quien la ejecuta de modo impecable.
El inversionista agresivo busca
grandes ganancias, sin amedrentarse por una aversión al riesgo. En la teoría
económica y financiera, la aversión al riesgo implica reducir las posibles
ganancias para colocarse en escenarios de beneficios modestos.
Hablamos de
ventajas más que de precauciones, sin recomendar la locura de los juegos de
apuestas, donde la pérdida resulta legal. Conforme el dinero cuesta ganarlo, el
invertirlo debe moderar los factores de riesgo, sin que esto implique su
desaparición.
Una diferencia entre una estrategia
respecto de una acción afortunada, es que la última requiere la intervención de
la Fortuna, que para los romanos esa una diosa veleidosa que caminaba
equilibrándose sobre una rueda, por lo que no permanecía estable. La buena
estrategia minimiza las pérdidas y amplifica las oportunidades de ganar.
Imposible fallar
Muchísimos
grandes analistas han estudiado el comportamiento bursátil y mediante el método
estadístico se ha logrado una descripción más precisa de su comportamiento. Para
tener derecho a ingresar en la Bolsa de Valores las empresas deben cumplir
requisitos de tamaño y solvencia, pero mucho más deben ofrecer claridad en su
sistema contable y legalidad plena en sus operaciones. Mientras la valuación de
una empresa individual parece bastante azarosa, el comportamiento del mercado
accionario y sus promedios está sujeto a regularidades y tendencias. Atinar en
el comportamiento diario de cada empresa de un mercado tan activo como la Bolsa
de Valores resulta imposible, sin embargo observar el índice de las principales
empresas mediante el S&P500 resulta relativamente fácil.
El índice
S&P500 posee una cualidad importante, pues al marcar el promedio, establece
una especie de “nivel del mar”, que indica si las empresas individuales operan
arriba o abajo del nivel usual. Como la Bolsa de Valores es un mercado
unificado, el destino de compra-venta de cada acción está en comparación
constante con el resto de las demás y sus cotizaciones se mueven en ese ambiente.
Existen
dificultades intrínsecas para que un inversionista individual siempre compre
acciones con mejores resultados que las demás, por más que opera en sus
decisiones la misma ley probabilística que marca que para los volados el 50% se
distribuye en cada cara, cuando se ha lanzado lo suficiente. Quien invierte
sobre el S&P500 es imposible que quede abajo del promedio de ganancias en
valoración porque ese índice define el promedio. Y esto sucede así porque la estadística
no falla cuando se alimenta con datos correctos.
Los tiempos difíciles en Bolsa dan grandes
oportunidades para el nuevo comprador
La Bolsa de
Valores posee valoraciones cambiantes, sometidas a fuertes oscilaciones al alza
o a la baja. En especial el periodo bajista implica que de manera masiva las
acciones de las empresas se encuentran subvaluadas, las llamadas gangas. ¿Cómo
distinguir entre una ganga y una empresa en reales problemas? Para eso se
requiere de distinguir el análisis fundamental y conocer a fondo las empresas,
sin embargo ese no es el tema aquí, sino el panorama. El panorama bajista
establece la zona óptima de compras, respecto de la cual dan las señales de
compra según la estrategia de cada comprador. Esos periodos bajistas
representan una especie de paraíso para los “inversores agresivos”, que no
tienen miedo a cruzar el periodo turbulento y los “no tan agresivos” también descubren
importantes oportunidades.
Cuando se toma
la evolución de los EUA como criterio, se hace un recuento de 128 meses sin
caída alguna de su economía y hasta los efectos del Covid19 se detuvo esa
cadena de éxitos económicos mes tras mes. Sin embargo, la caída rápida de la
Bolsa de Valores de EUA representada bien por el índice Standard&Poors500 se anticipó para caer y luego apuntar un
rápido rebote en un movimiento que destacó ante los ojos del mundo. ¿Qué
significa ese caer rápido y subir del índice S&P500 a nivel de ventas y
compras? Significa que entre febrero y marzo hubo un ritmo vertiginoso de
ventas masivas; que luego se revirtió desde mediados de marzo de 2020 y para
junio ya está cerca del punto del inicio. Con la magnitud de afectaciones y
secuelas de Covid19 resulta imposible definir una predicción final de corto
plazo, pero sí resulta evidente que seguirá la tendencia mediante oscilaciones.
Estrategia no es tal a menos que enfrente:
desigualdades y operación sistemática
Para que una inversión
merezca llamarse una “estrategia de inversiones” debe incluir una acción tal
que le permita superar fuerzas desiguales. Lo primero es reconocer que la
fuerza está del lado de las tendencias del mercado, el inversor individual no
alcanza a modificar las tendencias con su propio acto de compra-venta; un
efecto de lo anterior es evitar la ilusión de obtener arriba de los promedios del mercando en que se
participa a menos que se trate de un especialista sobresaliente. Lo segundo es la utilización de un sistema de
actividades ordenadas, como lo ejemplifica el clásico Graham, cuando recomienda la
compra sistemática y recurrente, lo cual implica que se desechan las oscilaciones,
para promediar por las entradas en diferentes momentos.
Con lo
anterior estamos dando los rasgos básicos de una estrategia de inversión en tiempos poco usuales.