Por Carlos Valdés Martín
Si te has asegurado, entonces ya has
recibido tu Póliza.
Dejamos de lado cómo llegaste a este
punto, como sea ahí hay un documento que se compone de algunas partes
importantes. La Ley obliga a la Aseguradora a entregar siempre un contrato
llamado póliza, donde constan los derechos y obligaciones.
Para adornar con
fantasía esta situación supongamos que volvemos a ser como niños que
esperan largamente la Navidad y a la mañana aparece un bello regalo bajo el
árbol. No sabemos qué contiene y estamos ansiosos, corremos para abrir su
contenido. Con cuidado separamos el moño, con prisa rasgamos el papel de
colores y jaloneamos la caja. En unos instantes ha caído en nuestras manos ese
juguete tan ansiado… Pero… Pero… Regresemos a la edad adulta… se termina la metáfora y volvemos a la edad
adulta, entonces lo que sale de la imaginaria caja es un contrato: hojas
escritas que marcan derechos y obligaciones.
El contrato llamado póliza resulta tan
importante, porque ahí marca la relación entre Asegurado y Aseguradora. En
términos coloquiales en el contrato está “Todo de todo”[1]
para las relaciones entre quien toma un Seguro y la empresa que lo otorga.
Desde el punto de vista fundamental, la
póliza es una unidad, que se divide
en partes.
Las partes son llamadas coloquialmente Carátula, Textos y Recibos. En la
Carátula y Textos se identifica de manera particular al Asegurado, con sus
datos y a los Bienes y Riesgos que se amparan, así como algunas características
clave como Vigencias, Sumas Aseguradas y Deducibles. Las principales
características de estos textos las define la Ley[2]
y se apoyan en la técnica de Seguros.
Resulta clave revisar que lo entendido
por el Asegurado concuerde con los textos recibidos. En particular, resulta
indispensable revisar que los datos personales estén correctos, así como de los
bienes asegurados. Por ejemplo, para una Aseguradora es imposible adivinar qué
vehículo posee un Asegurado, por lo tanto, la descripción de la unidad con su
características, Números de Motor, Serie y Placas deben ser revisadas siempre
con cuidado al recibir la póliza.
El momento de revisión de la póliza
recibida es tan significativo que la misma Ley ofrece un periodo para que se
realice sin cargo alguno al Asegurado, en caso de que descubra inconsistencias.
Se debe de revisar que la oferta concuerde con los textos, justamente durante
los primeros 30 días de vigencia.[3]
La otra parte principal del contrato de
seguros se denomina Condiciones Generales.
Las cuales se entregan en un librito donde se describen las definiciones y
características del seguro contratado.[4]
Volvemos a la
infancia, a la escena navideña y dentro de la caja de juguetes encontramos unos
patines. Jamás habíamos usado unos y nuestro hermano mayor dice que son
sencillos para usarlos, que vayamos de inmediato a probarlos. El papá dice que
debemos esperarnos para aprender los primeros pasos bajo su supervisión. Regresemos a la edad
adulta…
Tenemos un contrato completo de seguros,
con sus Carátulas, Textos, Recibos y Condiciones Generales. Supongamos que es
el Seguro de tu Hogar y ya lo revisaste. Quieres utilizarlo pronto, pero te das
cuenta que mientras no suceda un evento adverso amparado no vas a hacer uso.
Estás un poco frustrado y recuerdas al niño que abría los juguetes de inmediato
para utilizarlos.
Hay un dicho que reza así: “El mejor
seguro es el que no se utiliza, porque quiere decir que nada malo ha sucedido.”
Que en este caso no lo vamos aplicar, sino que este ejercicio busca cómo se va
a utilizar este Seguro recién adquirido.
Jugaremos a que se realiza una “prueba de
esfuerzo” con el Seguro.
La póliza de Seguro ampara rotura
accidental de cristales.
Manos a la obra: a limpiar los ventanales
más altos y escondidos de la casa. Entonces llamas a un trabajador que trae su
propio “columpio” para alcanzar los ventanales. La misión termina con un
cristal roto. La póliza de seguro metafóricamente despierta y le llamas a la
Central de Ajustes para recibir instrucciones sobre cómo proceder para obtener
una indemnización…
Dejamos para otro comentario cómo sucede
un proceso de Ajuste y de Indemnización, para repasar lo sucedido. Hasta aquí vimos
un par de aspectos que “perfeccionan” la contratación de seguros: El Asegurado
recibe su póliza y Revisa que concuerde con la oferta.
Volviendo a la
metáfora de la infancia: revisar que la póliza concuerde con la oferta es como
el niño abriendo la caja de juguetes. En esta narración, ahí están los patines
nuevos.
NOTAS:
[1] A su vez, el
contrato de seguros está fundamentado en las leyes y respaldado por operaciones
financieras y técnicas que permiten otorgar el servicio prometido al Asegurado.
En México, el fundamento legal se sustenta directamente en dos leyes: LEY SOBRE
EL CONTRATO DE SEGURO y LEY DE INSTITUCIONES DE SEGUROS Y DE FIANZAS, habiendo
otras disposiciones importantes y reglas complementarias como las Circulares de
la autoridad regulatoria, la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas.
[3] Ley sobre el Contrato de Seguro.
Artículo 25.- Si el contenido de la póliza o sus
modificaciones no concordaren con la oferta, el asegurado podrá pedir la
rectificación correspondiente dentro de los treinta días que sigan al día en
que reciba la póliza. Transcurrido este plazo se considerarán aceptadas las
estipulaciones de la póliza o de sus modificaciones.
[4] A estas condiciones se les indica como “generales” pues miles de
asegurados siempre recibirán el mismo texto. Con la modernización informática,
algunas aseguradoras entregan esa parte en medios electrónicos, ahorrando mucho
papel.
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